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La rana de San Miguel

En San Miguel cierta rana

quejábase de su suerte

cuando a la fuente acudía

acechábale la muerte.

Era una fuente señera

que perezosa manaba,

resistente a los embates

de los tiempos `postergada.

Arreciando la solana,

prendida entre las berrañas

una víbora oteaba

asustando a las arañas.

Pobre rana asustadiza

entre víbora y arcada

por las piedras temerosa

o de ofidio devorada.

Desprendiéronse unas piedras

que la arcada sostenía

libróla cierto el destino

pensó que allí fenecía.

¿Nadie habrá, entre sí decía

que te cuide fuente mía?

No viviré acobardada

emigraré cualquier día.

Pérfido otoño lluvioso,

portón del gélido invierno.

hielo empujando las piedras

tornóse todo un infierno.

Al fín la rana asustóse

gritos de ayuda pedía

marchóse al pueblo de arriba

ninguna voz se movía.

Avisado fué el raposo

y alimañas que acudían

con un lobo muy resuelto

que adecentarla querían.

Llegado un día de viento

arreglarla pretendían

por cada piedra en su sitio

dos más enormes caían.

San Miguel, mi fuente añosa

que la siento como mía

ruego súplica a los santos

platicando esta homilía.

Adelantóse el invierno

bramando ruido del hielo,

cayóse la fuente entera

retumbó el eco en el cielo.

Sepultados fuimos todos

víbora astuta y el zorro

libróse lobo malvado

dañado solo en el morro.

Yo también fui sepultada,

habla solamente mi alma,

se oye el run-run de la lluvia

todo empapado de calma.

Un espíritu olvidado

se revuelve en Zarraquín

de un corderillo sediento

balando en este confín.

Gritos rasgados del aire

de una corneja en su nido,

quejidos que han estallado

preñados todos de olvido.